¿Qué es la zona de confort – y qué no es?
Para responder a esta pregunta deje de hablar, pedir puntos de vista u opiniones y empecé a buscar el origen, algunas veces esta búsqueda no llevan a lugares donde descubrimos que el significado es otro, o peor aún nos encontramos que nadie lo dijo.
Este no es el caso, si se investigó pero en otro contexto, para no cometer errores en el desarrollo preferí traerles parte de este artículo de portal de psicología.
Espero los disfruten como lo hice yo.
El artículo empieza hablando de la zona de confort como ya expusimos en «buscando la zona de confort» y nos trae el origen en base a estudios.
¿Cómo surgió el concepto de zona de confort?
FUENTE (rinconpsicologia.com)
El concepto zona de confort se remonta a un experimento clásico en Psicología realizado en 1908 por los psicólogos Robert M. Yerkes y John D. Dodson, quienes descubrieron que un estado de comodidad relativa genera un nivel constante de rendimiento.
Sin embargo, destacaron que para mejorar el rendimiento necesitamos experimentar cierto grado de ansiedad, salir a buscar un poco de estrés.
Llamaron a ese espacio «ansiedad óptima», e indicaron que se encuentra justo fuera de las fronteras de nuestra zona de confort.
Así crearon lo que se conoce como la Ley de Yerkes-Dodson, que se puede comprender mejor en este gráfico:

Experimentos posteriores confirmaron su teoría y precisaron que la motivación y el esfuerzo por alcanzar un objetivo aumentan hasta que la expectativa de éxito o el nivel de incertidumbre alcanza el 50%, por encima de esa cifra comenzamos a desmoralizarnos, nos desmotivamos y el nivel de ansiedad es tan elevado que nos desequilibra y nos lleva a cometer errores.
Si leemos el estudio en ningún momento habla de emprendedores ni de frases bonitas, habla de rendimiento y de «comodidad relativa», que tranquilamente podemos llamar incomodidad.
No quiero desvirtuar el propósito del artículo, pero así como a la zona de comodidad relativa la llamamos zona de confort un día no podemos afrontar nuestros gastos y se nos ocurrirá decir «Lo que sucede es que mi emprendimiento tiene rentabilidad relativa«, si no somos claros nuestros objetivos se empañan.
¿Cuál puede ser una zona de comodidad relativa?
El sofá del salón donde preferimos quedarnos en vez de salir a explorar el mundo, las tiendas donde siempre compramos, el trabajo en el que llevamos más de 10 años o el destino turístico al que regresamos año tras año.
Sin embargo, también es nuestra manera de responder ante una crítica, la forma de enfrentar las oportunidades que encierran riesgos e incluso la manera de relacionarnos con nuestra pareja y/o padres.
Los hábitos que seguimos con asiduidad son los que nos permiten construir esa zona de comodidad relativa ya que sabemos exactamente – o al menos tenemos la ilusión de saber – qué podemos esperar a cada paso que damos.
Al minimizar la incertidumbre, sentimos que lo tenemos todo más o menos bajo control, por lo que creemos que estamos a salvo.
Por tanto, el concepto de zona de confort comodidad relativa se refiere a un patrón de comportamiento que seguimos para mantener un nivel de ansiedad neutral.
Para ello recurrimos a un repertorio limitado de conductas, creencias y afectos que nos permiten mantener un nivel de desempeño estable y aceptable, sin asumir riesgos que puedan generar ansiedad.
Eso significa que, si queremos mantenernos dentro de la zona conocida para sortear los riesgos y la incertidumbre, debemos asumir una actitud pasiva ante la vida.
No obstante, esa sensación de seguridad se paga caro porque también vamos perdiendo los incentivos para vivir y no tardaremos en caer en las garras de la monotonía y la apatía.
Esa es la razón por la que nos apegamos a ciertos lugares, tradiciones, hábitos y/o personas, evitando cualquier elemento que introduzca novedad porque también significa incertidumbre y caos.
Algunas señales qué nos indican que es momento de cambiar
Estamos tan acostumbrados a nuestras rutinas y estilo de vida que no nos percatamos de cómo limitan nuestras posibilidades de crecer y convertirnos en la persona que nos gustaría ser o atrevernos a hacer todas esas cosas con las que siempre hemos soñado.
Algunos signos que indican que debes cambiar:
#1 Te sientes profundamente desmotivado, ningún nuevo proyecto o plan te anima lo suficiente.
#2 Te cierras a las nuevas ideas ya que estas no encajan con tu sistema de creencias perfectamente estructurado.
#3 Tienes miedo a asumir riesgos, por lo que prefieres dejar pasar las buenas oportunidades con la excusa de que podrías perder más que ganar.
#4 Desde hace meses o años sigues la misma rutina, de manera que hace mucho que no experimentas esa increíble sensación de estar vivo que genera probar cosas nuevas.
#5 Te sientes más aislado y comienzas a pensar que todo carece de sentido ya que no encuentras nada estimulante en tu rutina cotidiana.
#6 No aprendes nada nuevo que pueda aportarle un toque de color diferente a tu vida porque sientes que estás bien así, aunque en el fondo experimentas un gran vacío, como si necesitaras algo más, aunque no sabes exactamente qué es.
#7 Tu vocabulario se ha llenado de palabras como “me gustaría”, “quizá”, “vamos a ver”… Esas palabras vagas que señalan un deseo permanentemente postergado.
#8 Procrastinas mucho, en los devoradores de tiempo.
#9 Dices “no” continuamente a todos los planes e ideas nuevas que te proponen y que implican un cambio en tu rutina o manera de hacer las cosas.
El escritor estadounidense Max DePree dijo: «no podemos convertirnos en lo que queremos ser, permaneciendo en lo que somos en la actualidad«.
Esto es lo que podemos ganar de pasar de lo conocido a lo desconocido.
Serás más productivo. La comodidad mata la productividad porque sin esa pequeña dosis de ansiedad que acompaña los plazos y las expectativas tenemos la tendencia a hacer el mínimo necesario para conseguir resultados mediocres.
Otra posibilidad es que caigamos en la «trampa del trabajo», fingir que estamos «demasiado ocupados» como una excusa para evitar cosas nuevas. Ir un poco más allá de nuestros límites puede hacer que recuperemos el empuje necesario y mejoremos nuestra productividad de mil maneras posibles, incluso recurriendo a la creatividad.
Tus límites serán cada vez más amplios. Adoptar una posición abierta al cambio permite ser capaz de lidiar con la “ansiedad óptima” sin que esta moleste, al contrario, aprendemos a usarla a nuestro favor, aprovechando la energía que nos reporta.
Aumentará tu creatividad. Seremos capaces de generar nuevas ideas, ver viejos problemas bajo una perspectiva diferente y establecer conexiones originales. De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Florida comprobó que los estudiantes que pasaban tan solo un semestre fuera de su país obtenían mejores puntuaciones en los test de creatividad que aquellos que se habían quedado estudiando en la misma universidad.
Ganarás autoconfianza. Cuando somos capaces de lidiar con situaciones que nos atemorizan un poco, comprendemos que somos mucho más fuertes de lo que pensamos, lo cual refuerza nuestro autoconcepto. Además, a medida que superamos los obstáculos vamos ganando habilidades que pasan a formar parte de nuestra mochila de herramientas para la vida.
Fuentes:
Park, D. et. Al. (2014) The Impact of Sustained Engagement on Cognitive Function in Older Adults: The Synapse Project. Psychol Sci; 25(1): 103-112.
Lee, C. S. et. Al. (2012) On the Cognitive Benefits of Cultural Experience: Exploring the Relationship between Studying Abroad and Creative Thinking. Cognitive Psychology; 26(5): 768-778.
Yerkes, R. M. & Dodson, J. D. (1908) The relation of strength of stimulus to rapidity of habit formation. Journal of Comparative Neurology and Psychology; 18: 459-482.